top of page

De cuentos y fiestas

  • Foto del escritor: STF
    STF
  • 26 dic 2021
  • 2 Min. de lectura

Actualizado: 1 sept 2022

Cada Navidad me reservo tutoriales creativos para envolver los regalos. En ellos hay papel de estraza, cordeles rojos, ramitas de pino, trucos para montar renos y estrellas con palillos en treinta segundos. Pero llegado el momento, pocas horas antes de Nochebuena, me apuro sobre la mesa de la cocina entre migas de pan y papel arrugado y hago lo que puedo mientras vigilo la puerta. Un lacito aquí, un recorte sobre ese pico que sobresale y un pegote de celo en los labios que acabará en mi tráquea.


La Navidad son expectativas y recuerdos, un periodo extraño. Les pertenece a los niños, también al que guardamos dentro, hasta que se acabe la alegría con la herida que abren los que faltan en la sagrada mesa del reencuentro. Por eso aún me empeño y me entusiasman los villancicos, lo bonito que adornamos el árbol, que huela a caldo, castañas y leña. Que mi hija pase una tarde haciendo galletas con su abuela, aunque se les quemen de tanto charlar a espaldas del horno, y encender velas y luces, leer el 25 un libro nuevo en calcetines, holgazanear sin deberes, comer a deshoras las sobras de Nochebuena y medio roscón de una sentada la mañana de Año Nuevo. También creer que aciertas en los regalos, bailar a saltos la de Mariah, pasear por un campo escarchado con el Sleigh Ride de Ella Fitzgerald o clásicos medievales en voces de niños muy nórdicos y rubitos a la puerta de una iglesia. Según el día, puedo verme en el pueblo nevado de Fanny y Alexander o en un local glamuroso de Manhattan brindando con amigos por lo que venga. Esos son los cuentos de Navidad que hay que contarse.



No importa que las fiestas al final no den para tanto. Probablemente te pidan el ticket regalo, el pavo saldrá seco, me crispará la lentitud en arreglarnos y mi madre se enfadará porque llegamos tarde. La niña remirará el móvil a la mesa, mi padre se largará a la tele con el postre, bostezaremos sin remedio todos antes de medianoche. En mi casa, no se saca una guitarra y se canta hasta las tantas. No se juega a las cartas o a las películas, solo se come y se habla sobre un hilo musical de villancicos americanos de siempre. Somos muy finos, un poco sosos. Pero sucede con el paso de los años: lo que celebramos es que seguimos juntos, en delantal y tacones.


Hay que aferrarse a los rituales, que continúen tirando de nosotros mientras se pueda. Ponerse guapa, respirar la magia del aire en el atardecer de Nochebuena, mandar mensajitos tontos a todo quisque, acurrucarnos con Sean Thornton o Mr. Scrooge en el sofá, buscar vídeos que conviertan servilletas en abetos. La Navidad se irá, saldrá de aquella manera y enero alumbrará un quejumbroso febrero, pero nosotros no tendremos nada que reprocharnos. Una temporada más, como niños, pusimos corazón y un lacito rojo en el intento.

Entradas recientes

Ver todo

Comments


© 2021 by Susana Tejedor Fischer

bottom of page