top of page

Un momento

  • Foto del escritor: STF
    STF
  • 4 dic 2021
  • 2 Min. de lectura

Actualizado: 1 sept 2022

Esta mañana pasé a verlos un rato. Había salido pronto para llevar a mi hija a su ensayo de teatro. Es sábado y sabía que sobre las once estarían tranquilos. Apenas van a alguna parte, mucha tele bajo la manta. Mi padre me ha recibido aún en bata, como un señor, con las gafas en la punta de la nariz y el periódico en la mano. Mi madre se lo trae todos los fines de semana de la gasolinera, con un croissant tierno que acompañará un desayuno de hotel: tostada, descafeinado y jarrita de leche, fruta cortada.


Él me recibe sin una gran sonrisa, pero con el gesto dócil de abrir la puerta confirmando que, suceda lo que suceda, esta sigue siendo mi casa. Enseguida pregunto por mi madre y el gato. Max ha vuelto de cacería y se acurruca agotado sobre la colcha de mis padres. Hoy no le apetece que le salude, la rosquilla de algodón gris se revuelve un poco, no ronronea. Muerde mi mano sin fuerza y lo dejo a su aire.



Viene mi madre en vaqueros y sudadera, iluminada por mi sorpresa, con los pelitos del cuello aún mojados por la espuma. Por mucho que le advierta de los peligros de la bañera, su baño diario es sagrado, uno de los pocos placeres de su día. Ella se baña, no se ducha, punto. Pero hoy no la aviso de nada.


Nos sentamos juntos en el salón. Aún no está puesto el árbol, pero sí la corona de adviento con sus velas rojas en el centro de la mesa. Hay una mecha ya oscura por el primer domingo en que se prendió. Quedan tres por encender antes de Nochebuena. Mi padre lee, pero no se pierde el palique con mi madre e interviene si lo considera o levanta los ojos sobre las gafas y nos mira atento. No tratamos asuntos importantes. Qué hace mi marido, qué tal mi hija, cómo se dio la semana. Hemos quedado para comer al día siguiente, un pescadito, algo ligero. Me voy ya, que he dejado la casa a medio hacer, pero sin prisa. Hasta mañana, entonces.


De regreso, pongo música, miro alrededor sin rencores. Detenida en una rotonda, guardando mi lugar en la hilera, siento una paz cálida y cimbreante, como la llama de una vela. Estoy de repente contenta. Solo he pasado a ver a mis padres un momento, les he dado un abrazo con mascarilla, he visto que están bien. Que están. Y con eso me basta.

 
 
 

Entradas recientes

Ver todo

Comments


© 2021 by Susana Tejedor Fischer

bottom of page