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Barrilete cuatrojos

  • Foto del escritor: STF
    STF
  • 7 oct 2021
  • 2 Min. de lectura

Actualizado: 13 oct 2021

En el colegio, cuando tenía unos nueve años, me decían Barrilete Cuatrojos. En aquel entonces, había una chuchería que se llamaba así por ser un caramelo regordete, y lo de Cuatrojos, claro, me lo colgaron por las gafas.


He sobrellevado muchos otros apodos, y este es solo uno más creado por algún chaval ingenioso que hasta tenía su gracia dentro del pequeño drama que siembra la burla.



Aunque nunca dejó de pesarme el culo en educación física, con los años dejé de ser un patito feo objeto de mofa y me convertí en un tipo de cisne, con una mala leche similar a la que gastan, por qué negarlo. Adelgacé, curé mi hipermetropía infantil y lo que fue surgiendo no estaba mal. Hoy, cuando miro esas fotos de adolescente, no puedo creer que ni entonces me gustara demasiado; como tampoco con veinte, ni luego con treinta, qué decir a los cuarenta... porque de alguna manera parecemos destinados a no gustarnos si no es a destiempo. Ahora sí soltamos entre fascinados y tristes: "Pero si era una monada..., por qué odiaría esta foto". Y por dentro estamos pensando "con lo que sufría por sentirme fea" en aquella época que ahora se ve mágica, desbordante de entusiasmo, belleza e ilusión. Eso, la Juventud.


Conozco a alguien que renovando el DNI quiso cambiar la foto que llevaba por verse ojeroso y mal peinado, a lo que el funcionario le espetó sin miramientos: "Tranquilo, dentro de diez años la verás y te lamentarás por lo bien que estabas entonces".


Esto es la vida, amigos. Un ciclo, una ironía, una broma macabra... Nunca estaré tan bien como hoy ya nunca más..., lo sé, en esta cuesta abajo, y lo digo agarrándome el michelín y con las gafas de presbicia, que han vuelto. Barrilete Cuatrojos, en fin, forever.

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